Cómo utilizan los científicos los olores para detectar las toxinas de las algas en los lagos

Los lagos de agua dulce, cuando están plagados de floraciones de cianobacterias, plantean importantes riesgos para la salud debido a las toxinas que liberan. La buena noticia es que científicos de la Universidad Estatal de Oregón han ideado un ingenioso truco para “olfatear” estas toxinas antes de que causen problemas.

Descifrando el olor de la naturaleza

Pensemos en el delicioso olor de la hierba recién cortada, una fragancia que nos trae recuerdos del verano. Pues bien, aunque parezca mentira, la naturaleza tiene un truco similar en la manga para detectar peligros en nuestros lagos y ríos.

El secreto está en unos “compuestos orgánicos volátiles” (COV), unas moléculas diminutas que las algas liberan en el agua. Estos COV pueden ayudarnos a detectar la presencia de una sustancia nociva llamada microcistina. Esta toxina es producida por determinados tipos de algas verdeazuladas cuando experimentan un rápido crecimiento.

El viaje del descubrimiento

Para descubrir este notable avance, los científicos se embarcaron en una investigación de dos años centrada en el lago Upper Klamath (UKL), un ejemplo paradigmático de los lagos de Oregón que se enfrentan cada año al reto de las floraciones de algas nocivas (FAN) cianobacterianas. Sin embargo, no todas estas floraciones dan lugar a niveles tóxicos de microcistina

Su misión consistía en analizar 227 COV presentes en muestras de agua tomadas en los alrededores de la UKL. El emocionante resultado fue la identificación de grupos particulares de compuestos que estaban vinculados a diferentes niveles de microcistina. Lo más impresionante es que estos grupos específicos de COV resultaron ser mejores pronosticadores de los niveles de toxina en comparación con los métodos tradicionales, como fijarse simplemente en el color del agua.

Desvelando un peligro silencioso

Las distintas especies de algas verdeazuladas pueden crear diferentes tipos de toxinas, algunas de las cuales pueden ser muy perjudiciales. Estas toxinas no solo afectan a la vida acuática, sino que también pueden suponer un peligro para los animales e incluso para las personas que entran en contacto con el agua contaminada. Por ejemplo, en 2017, más de 30 reses perdieron la vida tras beber agua contaminada cerca de Junipers Reservoir, cerca de Lakeview, Oregón. Incluso nuestros amigos peludos, como los perros, corren peligro si nadan en aguas afectadas por estas floraciones.

Aunque el estudio inicial se centró en una toxina específica en un lugar concreto, las aplicaciones potenciales de esta técnica son vastas y van más allá de la protección contra las toxinas para preservar el bienestar de diversas masas de agua y los ecosistemas que sustentan.

El poder de los aromas y la ciencia

Al frente de esta innovadora investigación está Kimberly Halsey, que compara los COV con las señales de advertencia de la naturaleza, sutiles indicios de peligro inminente. Estas señales químicas actúan como centinelas que nos alertan de amenazas ocultas.

Halsey considera esta investigación un testimonio de creatividad e innovación. Prevé un amplio espectro de aplicaciones para esta técnica, que podría incluso detectar otros cambios ambientales significativos. Esto incluye la identificación de problemas como los bajos niveles de oxígeno en medios acuáticos o la localización de la contaminación en zonas costeras, como la detección de la presencia de sustancias nocivas como el ácido domoico.

Con este avance pionero, se abre una nueva era para la protección de nuestros preciados cuerpos de agua. A medida que nuestro mundo se enfrenta a cambios dinámicos impulsados por factores como el cambio climático, estas soluciones innovadoras desempeñan un papel vital en la salvaguardia de la pureza de nuestras aguas.